(Para un niño de 4 meses, que se
ha ido; para Roldán Barrio Colomé)
Un ángel, sólo un ángel, eso era.
Toda su felicidad estaba en ese
abrazo con aroma simple que emana del pecho espumoso y limpio de mujer que
recién amamanta.
En ese abrazo tibio, mezcla de la
rudeza de los siempre pobres con la ternura de los sanos de espíritu, bastaba
su universo.
Ahí encontraba su risa completa
que todavía amagaba en gorgoreos improvisados.
En esa voz que lo arrullaba cantando
todos los sonidos del agua, se mecían en un compás el almizcle y la canela de
sus sueños ni siquiera definidos.
Era un ángel, eso era, sólo un ángel.
No sabía de tormentas, no entendía
del peligro, sólo de colores de arcoíris de lluvia y vientos de cigüeñas le
habían dicho.
Todavía los centímetros de su
vida no habían crecido sin gotearse.
Cómo podía saber de diferencias
de cunas olvidadas, cómo explicarle de un poder podrido y harapiento de alma,
si no conocía más letra que la que susurraba en aquella tonada dulce que apenas
le brotaba chapucera: ma-má.
Era muy temprano para enseñarle de
llantos y de lobos; su nana le escondía la tristeza y el odio debajo de un
pañal usado.
Todo lo que sabía le cabía en dos
puñitos.
Su nana sólo le contaba de baños templados
de colonias, de salpullidos sin talco y si el cuento era muy largo, él lo terminaba
con la expresión soez de un eructo cantarino de barriga llena y satisfecha de
tantos besos de amor.
Era un ángel, sólo eso, ángel
era.
No le alcanzaron los días para
recorrer la tierra descalzo y pararse sobre ella, y descubrir su calor mojado, ni para sentirse importante
con aquellos zapaticos de estreno que
brillaron en esa vidriera de pueblo y
que no pudo alcanzar a ver bien, porque andaba metido y enredado en aquel
aparato que iba colgando de la espalda
de su nana.
Había que haberle dicho, había que haberlo asustado grande con pitos y
matracas agoreras, para que esa noche sedienta,
no extendiera sus pequeños brazos hacia esa sombra mala que
como él no sabía , como era aún muy temprano, al ver sus ojitos alumbrando la
noche en un relámpago, se enamoró de su
inocencia y lo cargó en un ala y se lo
llevó bien lejos para jugar con él a las escondidas, allá, donde viven los
ángeles.
27 de octubre de 2012